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La edad no es un obstáculo para manejar un automóvil

Son minoría en los registros de conductores, su participación en accidentes de tránsito no alcanza al 12% y, a juicio de los expertos, son más prudentes en la conducción.  Por: Débora Gutiérrez A. (Fuente: El Mercurio).

Manejar le ha permitido a Patricia Larraín (73) permanecer totalmente independiente por más de 50 años. Le encanta ir al volante y con modestia señala que se considera una buena y prudente conductora. “Quizás cuando era joven manejaba con más ímpetu y menos mesura por las calles, pero a medida que pasan los años necesito conducir con más seguridad”, comenta minutos antes de tomar el auto para partir junto a su marido por el día a la playa.
“Adoro manejar y espero poder hacerlo incluso después de los 90 años”. Desde que obtuvo su primera licencia de conducir a los 25 nunca ha tenido problemas en los exámenes para renovarla ni ha participado en un accidente de tránsito.
Patricia considera que no debiera existir una edad límite para manejar, aunque sí estima que los exámenes para renovar la licencia deben ser rigurosos. “Pero no sólo para los adultos mayores”, coincide la microempresaria Eliana Ramella (70).
“Los jóvenes, que no respetan a quienes conducen con precaución, suelen ser mucho más imprudentes en las calles que la gente mayor”.
Pocos en las calles
Una visión que no está lejos de la realidad. Según Emilio Oñate, director ejecutivo de Conaset, en los más de 57 mil accidentes registrados en 2008, alrededor de siete mil (12%) tuvieron un conductor mayor de 60 años involucrado. Y de éstos, sólo el 20% registró lesionados.
Casos como los protagonizados por el matrimonio de adultos mayores que fallecieron en el estacionamiento de la Clínica Alemana la semana pasada pueden, por lo tanto, considerarse aislados.
De hecho, dice Oñate, “los jóvenes entre 19 y 35 años son los que más abultan las cifras de accidentes que ocurren en el país”.
Otro dato a considerar es que según el Servicio de Registro Civil e Identificación, de las más de 71 mil personas que obtuvieron o renovaron su licencia de conducir en 2009, apenas 700 corresponden a personas mayores de 61 años. O sea, en las calles son minoría.
Por todo lo anterior, recalca el doctor Domingo Castillo, geriatra del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, no se debe considerar la edad cronológica de una persona como un requisito para otorgar o no una licencia para conducir.
“Tengo una paciente que manejó su automóvil hasta los 96 años en Estados Unidos sin problemas y sin nunca haber protagonizado un accidente. Se vino a Chile, fue discriminada por su edad y no obtuvo su permiso”.
La ley actual no contempla límites de edad para manejar, sin embargo, señala Oñate, faculta a los jueces de policía local y a los médicos del gabinete psicotécnico municipal a solicitar a los conductores controles más frecuentes (antes de los seis años) para obtener su permiso si lo consideran necesario.
Esto no le ocurrió a Alejandro Eger (75 años) la última vez que renovó su licencia para conducir, pero no descarta que a futuro esté en ese caso.
A su juicio, existe discriminación cuando los adultos mayores están al volante: “No somos un peligro en las calles, por el contrario, manejamos sin prisa (aunque eso irrite a algunos conductores), serenos y respetamos al pie de la letra las leyes del tránsito. Toda la vida he manejado bien y mis hijos aún me dejan sus autos cuando viajan”.
Desde un punto de vista social, dice el doctor Castillo, manejar es un beneficio inestimable para el adulto mayor. “Moverse y trasladarse en la ciudad les permite tener una mejor calidad de vida. Conservan sus contactos sociales, están más activos y son más independientes. Por el contrario, a aquellos que no se mueven de la casa, la sociedad los olvida. Esto ocurre con muchos adultos mayores en Chile”.
Atención
Evalúe su capacidad de conducir si maneja demasiado lento, le cuesta calcular distancia de otros vehículos, tiende a manejar sobre dos pistas o le cuesta girar la cabeza, cuello y hombros.

Conducción riesgosa
Trastornos sensoriales, visuales y auditivos.
Enfermedades que afecten la coordinación motora.
Uso de psicofármacos (benzodiazepinas) que disminuyen la alerta y los reflejos.
Problemas cognitivos que afecten la capacidad de concentración o el juicio.

Fuente: El Mercurio